lunes, 24 de mayo de 2010

"LEGIÓN"

Este fin de semana se estrena "Legión", una nueva aventura postapocalíptica. Esta reseña se publicó en la revista SCIFIWORLD MAGAZINE en su número 27, correspondiente al mes de abril de 2010

¿Qué pasaría si Terminator, en lugar de un robot que viene del futuro para proteger el nacimiento de quien será el líder que salvará al mundo, fuera un ángel caído del cielo con los mismos objetivos, siendo el mismísimo Dios el enemigo a combatir y no el gobierno de las máquinas? Esa es la idea de partida que propone Scott Stewart, un técnico en efectos especiales que debuta con su primer largometraje como director.

Lo que podría ser el argumento de uno de esos telefilms que sin pudor se arriman a la idea del pastiche simpático, con el único ánimo de hacer pasar una tarde-noche entretenida a la audiencia televisiva del sábado –condescendiente ante el descaro cómplice con el que se le agasaja–, se equivoca de formato e intenta convertirse en un producto para la gran pantalla; destino que en sí mismo demuestra ser su más enconado enemigo. Así se suceden los lugares comunes, uno tras otro –la lista de descaradas (y obvias) referencias dentro del cine fantástico es interminable–, y todo envuelto en un clima de seriedad, oscuridad y trascendencia que no le favorece en absoluto. No existe el más mínimo conato de mostrar un poco de sentido del humor. Como en los antiguos films de catástrofes (revisitados de nuevo en los últimos tiempos por el cine más comercial), los momentos precedentes al clímax se entretienen en mostrar las relaciones o tensiones familiares y conyugales entre los personajes protagonistas, lo que será el caldo del cultivo sobre el que se desencadene la desdicha. Sin embargo, se comienza a plantear la existencia de ciertos conflictos sin aclararlos ni terminarlos de definir, quedando algunos ininteligibles por carencia de información, sin que consigan conformarse en esas supuestas excusas que deberían concretarse en una de las causas de lo que va a acontecer.

Aquí se dejan de lado las metáforas menos sutiles para ir directamente al grano. Es el propio creador quien, cansado de aguantar, se propone dar su merecido a la humanidad. Si en otros tiempos se utilizaron las plagas o el diluvio universal para hacer limpieza, ahora, de manera afín a los tiempos monstruosos que vivimos, el hacedor se lía la manta a la cabeza y envía hordas de una especie de zombis, capitaneados nada menos que por el mismísimo arcángel Gabriel (el ángel de la muerte); estéticamente hablando, una especie de Máster del Universo cruzado con el personaje que interpretaba Jonathan Pryce en el “Brasil” (Brazil, 1985) de Terry Gilliam; que junto con el también arcángel Miguel/Michael –un Paul Bettany que hace pensar demasiado en “El código Da Vinci” (The Da Vinci Code, 2006) de Ron Howard– son los personajes (indumentarias mediante) que hacen más inverosímil la película.

Aunque unos zombis por allí, unos tiros por acá, y algún que otro monstruito terminen por dar algo de entretenimiento a la cosa, estamos ante una propuesta que ha pinchado en hueso ya desde el mismo momento de su escritura, poco trabajada y menos ambiciosa.


Juan Andrés Pedrero Santos

martes, 18 de mayo de 2010

“HISTORIA(S) DEL CINE NORTEAMERICANO” de Hilario J. Rodríguez

Rescato aquí una reseña publicada hace tiempo en "Pasion por el cine" donde hablo de un libro muy interesante de Hilario J. Rodriguez; autor que está próximo a publicar otro libro colectivo coordinado por él en la editorial de mis entretelas, Calamar Ediciones, patrocinado por el Festival de cine de Huelva; y del que supongo hablaré no tardando mucho.

Sobre cine se puede hablar de muchas maneras, unas más originales que otras. Hilario J. Rodríguez utiliza este “Historia(s) del cine norteamericano”, publicado por Calamar Ediciones, como una excusa para hablar de sí mismo, para hablar de cómo reacciona su intelecto ante diversas situaciones. Un título que entendemos hace alusión a las “Historia(s) del cine” que dirigió (o construyó más bien) Jean Luc Godard no hace mucho tiempo, por utilizar, de alguna manera, un recurso similar. Estas situaciones, ante las cuales el autor se expone, no pueden encontrar un nexo de unión más subjetivo, aunque absolutamente lícito, como con el que el autor se justifica. Dice Hilario que su forma de ver y entender el cine americano cambió radicalmente desde los tristes sucesos del 11 de septiembre de 2001, de tal manera que muchas películas que tan sólo entendía como un mero entretenimiento de masas, sin más trascendencia, a partir de tan infausta fecha tomaron un cariz bien distinto, vinculándose a una nueva perspectiva desconocida para él hasta ese momento.

Es así como el autor comenta diferentes cintas producidas por la industria del cine norteamericano en fechas cercanas al citado evento; muchas blogbusters, otras no tanto, y que agrupa en función de una cierta homogeneidad temática que, forzada o no, estructura muy bien lo que el autor piensa sobre el mundo (real o imaginario) que ese cine le ofrece. El comentario puramente cinematográfico (técnico, interpretativo, etc. ) tiene aquí escasa, que no nula, presencia. Se sustituye el mismo –de ahí la originalidad de la que Hilario J. Rodríguez siempre hace gala en sus textos– por un comentario totalmente subjetivo, más humano que técnico o literario. No se trata de glosar virtudes, defectos, logros, fiascos o historiografía cinematográfica al uso, se trata de expresar todo aquello que como persona, como ciudadano del mundo, el autor siente ante los hechos o las formas que las películas le muestran. Todo ello desde el punto de vista que significa la asunción de una sociedad norteamericana en crisis o, no cayendo en un punto tan pesimista, constante (y en cierto punto obligado) cambio. Una sociedad muy particular cuya problemática no es difícil extrapolar a la de todo el mundo occidental; aquel que perdió su tranquilidad aquella mañana de septiembre, donde (como en muchas películas de terror) lo insospechado hizo una abrupta incursión en medio de la prosaica realidad.

Con este “Historia(s) del cine norteamericano”, Calamar Ediciones –cuya habitual calidad hace que incluso un libro en rústica y aparentemente sencillo se transforme en el objeto más elegante– continúa ampliando su heterogéneo pero envidiable catálogo de libros de cine.

Una demostración más del camino que puede adoptar la escritura cinematográfica (llamarlo “crítica” parece demasiado reduccionista), y de la que Hilario J. Rodríguez, quizás más por una necesidad vital que por una opción consciente, es un maestro consumado.

Juan Andrés Pedrero Santos

Nueva edición de "KRAZY KAT"

Fuente "Entrecomics.com" (El tio Berni). Link a la noticia original.
"Peter Manresca continúa recuperando a través de su editorial Sunday Press, clásicos en tamaño original, como ya hizo (por dos veces) con las páginas de Little Nemo y Little Sammy Sneeze de Winsor McCay, con las de Gasoline Alley de Frank King o con The Upside-Downs de Gustave Verbeek. La nueva serie de prensa elegida, que Manresca coedita junto a Patrick McDonnell, parece una elección obiva: Krazy Kat, de George Herriman. En esta ocasión el libro, que se pone a la venta el 25 de junio, contará con 160 páginas en blanco y negro y color, de las cuales 20 estarán dedicadas a series distintas de Krazy Kat, algunas de ellas nunca reeditadas. Más información, en este enlace (y muestras, en el menú desplegable “sample pages”)."

viernes, 14 de mayo de 2010

THE SPIRIT

Ya terminó el Salón del Comic de Barcelona. Con esa excusa aprovecho, como ya hice en el caso de Watchmen, para publicar en este blog la crítica de THE SPIRIT que vio la luz en el nº 11 (febrero de 2009) de SCIFIWORLD MAGAZINE. Un patinazo monumental de Frank Miller: zapatero a tus zapatos.

La asunción de riesgos en cualquier actividad creativa debería ser considerada siempre como algo muy loable. Frank Miller -uno de los más importantes renovadores del lenguaje del comic de las últimas décadas- ya demostró su carácter innovador, revolucionario y rupturista en la rama artística que le dio prestigio. No obstante, esa asunción de riesgos debe ir siempre acompañada de una conveniente matización de los mismos, evitando transformar la virtud en debacle. Miller, que ya tanteó el mundo del cine de una forma solvente como escritor y con una incursión en la dirección de forma compartida -no sabemos pero ahora imaginamos hasta qué punto- con Robert Rodríguez en “Sin City” (2005), se lanza de cabeza a la piscina muy seguro de sus posibilidades para adaptar con éxito el trabajo de uno de los maestros de la historieta que más supieron conjugar la innovación y la creación de lenguaje con el clasicismo: Will Eisner. Difícil tarea.

La innecesaria inclusión de cierto atrezzo distintivo del siglo XXI (teléfonos móviles, fotocopiadoras, cámaras digitales o un Spirit en zapatillas deportivas) en un contexto estético propio de la América de los años cuarenta ya se revela como una declaración de intenciones por parte de Miller respecto a su afán modernizador y adaptador a claves propias y personales del personaje creado por Eisner en 1940. Vamos a olvidarnos entonces de la diferencia entre los personajes y la estética del comic original y su adaptación al cine, ésta para mi gusto con un resultado eficaz en el caso de los decorados –digitales o no- y el acabado estético general, pero dudoso en la creación de personajes (en especial en lo referente a los atributos superheroicos que se incorporan a Spirit), aunque sea precisamente en este último punto donde más se entiende la propuesta de Miller y donde merece mayor margen de maniobra.

La decepción procede de la incapacidad para adaptar al lenguaje cinematográfico el estilo narrativo que Miller ha hecho reconocible en su obra en papel. Existe una diferencia notable entre el comic y el cine; en el comic los tiempos los pone el lector, según se recree más o menos en la contemplación de las páginas y la composición de las viñetas; gracias a eso, la destrucción que hace Miller de la narrativa clásica funciona bien en el mundo del comic, donde no existe un paso real del tiempo. El caso del cine es muy diferente en ese sentido; es un medio donde el tiempo es perfectamente medible y perceptible, y las dilataciones sin sentido de las escenas (o lo que es peor, la ausencia total de sentido en un espacio temporal que avanza sin tregua) y su falta de adecuación a un conjunto que debiera tener cierta unidad generan inquietudes indeseables en el espectador (aburrimiento le llaman algunos). Si a eso le añadimos una historia en sí misma que no parece tenerlas todas consigo, que no sabe muy bien a donde va (ni de donde viene) y con puntos oscuros casi surrealistas que no son tales, el resultado está condenado a la ruina.
Juan Andrés Pedrero Santos

lunes, 10 de mayo de 2010

HA MUERTO FRANK FRAZETTA






















A la edad de 82 años ha muerto Frank Frazetta. Uno de los más importantes ilustradores de la historia. Muchos hemos crecido viendo sus extraordinarias portadas, llenas de erotismo, salvajismo, violencia y horror. Aunque también trabajó como historietista, sus mayores logros siempre estuvieron unidos al mundo de la ilustración, casi siempre dentro de la temática fantástica, ya fuera en el género de la ciencia-ficción, el terror o la fantasía heroica. Descanse en paz.

Esperando a RIDLEY SCOTT...

Ya está a punto de llegar a nuestra pantallas la última película de Ridley Scott, la tan ansiada " ROBIN HOOD". Su ultima película, "RED DE MENTIRAS", fue motivo de que escribiera una reseña en Pasadizo.com. Dado que en ella hablo de la sensación que tengo en los últimos años al enfrentarme a las películas de este señor (y esperando equivocarme esta vez con "Robin Hood"), es buen motivo para quitarle el polvo a la citada crítica y darle aire ahora de nuevo.

El dicho popular que sentencia aquello de “la esperanza es lo último que se pierde” alcanza su más estricto significado en ese momento crucial en el que el cinéfilo corre raudo a enfrentarse a la última película de Ridley Scott; cuyo cine, pese a las oscuras expectativas que es capaz de generar en los últimos tiempos, siempre nos deja abierta una ventana para el optimismo. Pero,…otra vez será.


El regusto con el que sus últimas películas nos deleita el paladar se asemeja al que nos dejaría la visión de un conjunto de imágenes de encargo, producidas a partir de las directrices marcadas por algunas líneas sinópticas a la espera del desarrollo de una historia completa que les de soporte; lo que se dice empezar la casa por el tejado. La espera de esa historia tan densa, tan llena de interés, de emoción, de drama, de dobles lecturas, de recovecos o de sugerencias, todo eso que se intuye como digno acompañamiento de imágenes tan potentes nunca termina de llegar. El resultado: algo así como un comic gráficamente terminado hasta en el último detalle pero cuyos bocadillos encontramos vacios de cualquier texto, completamente en blanco. Y no es que no exista un material mínimamente válido, sino que no se consigue hacer que éste trascienda a través de unos verdaderos detalles narrativos de interés o de fuertes interpretaciones plenamente sumergidas en ese sustrato. Lo único que vemos es un montón de bonitos fuegos artificiales, pero sin que consigamos enterarnos de cuál es la fiesta que se celebra. La forma que tiene Scott de ilustrarnos la historia es, como siempre, apabullantemente espectacular, técnicamente todo un dechado de virtudes y de una perfección insultante, capaz de embaucar a cualquiera (que se deje) con su estética arrebatadora, arrebatadoramente vacía. El problema nos sorprende (es un decir…) cuando entramos a buscar aquello que las imágenes ilustran, que es bien poco, o lo poco que hay no consigue llegar a ninguna parte.

Estamos ante una intrincada historia de espionaje y contraespionaje internacional enmarcada en el -por desgracia ahora de actualidad- mundo del terrorismo islámico, donde campea la falta de discurso, el desinterés –o la incapacidad en el mejor de los casos- por tomar partido verdaderamente, no sabemos si consecuencia de la pertinaz insipidez emotiva y/o ideológica de Scott o de un malogrado enfoque y posterior erróneo resultado; aunque, no nos engañemos, la segunda de las opciones tiene más que ver con ese hilo de esperanza que aun nos mantiene vivos como seguidores de su cine que con otra cosa, anhelante de esa otra futura obra maestra que nunca llega.


Scott es incapaz de hacer remontar el vuelo a los atisbos de cuestionamiento o crítica al que por sí solo da pie el mismo planteamiento argumental, disueltos en la sosería ética que domina el conjunto; ni siquiera hila fino en la recreación de la aventura personal que supone para un agente de campo de la CIA el enfrentamiento directo con la dura realidad; esa que sus jefes, asentados en sus cómodas vidas en Washington, no tienen posibilidad de valorar en su justa medida. Un conflicto personal que, apuntado, finalmente no termina de despuntar y desarrollar en toda su extensión. Toda la intriga queda reducida a una sucesión de secuencias de acción protagonizadas por un DiCaprio por fortuna incapaz de estar en un nivel por debajo de lo correcto. Como contrapunto tenemos al personaje que interpreta Russell Crowe, a quien el único esfuerzo que parece habérsele exigido es una patética pérdida de forma física, excesiva concesión para tan mediocre rol. Nos alegran la vida la bella y encantadora actriz iraní Golshifteh Farahani -cuyas escenas con DiCaprio aportan la emoción que falta en el resto del metraje- y el camaleónico Mark Strong –con algo de supervillano bondiano- en la piel del máximo responsable de la inteligencia jordana, los dos más grandes motivos de alegría de la función.


Juan Andrés Pedrero Santos

jueves, 6 de mayo de 2010

"WATCHMEN"

Para celebrar de alguna manera el inicio del Salón del Cómic de Barcelona, rescato de mis archivos la crítica que escribí en el momento del estreno de la esperadísima "Watchmen" y que se publicó en la revista SCIFIWORLD MAGAZINE hace ya muchos números.

A la hora de abordar esta reseña me apena ser uno de los millones de aficionados al comic que admiran esa obra cumbre de la historieta que es el guión de Alan Moore y el dibujo -casi siempre olvidado- de Dave Gibbons. El conocimiento previo de la obra original -a veces densa, a veces enigmática, siempre sugerente- aporta un obligado sesgo a la valoración de esta adaptación al cine como obra autónoma en sí misma; aunque quizás ese sea su gran problema, que no se pueda entender todo aquello que es (y lo que no es) sin llevar adosada la experiencia previa de su lectura en papel.

El compromiso que supone adaptar semejante hito se presume tan arduo, el riesgo a concluir en chapuza es de tal magnitud, que el resultado obtenido por Zack Snyder no puede definirse más que como una prueba superada con nota muy alta. La caracterización de los diversos personajes y la traslación a la pantalla de los decorados, ambientes y diversos climas procedentes del comic es difícil de imaginar realizados con mayor eficacia. Personajes como El Comediante, Espectro de Seda o el Doctor Manhattan son, tanto en el comic como en la película, los que con más empaque están definidos. Snyder introduce la novedad de que otros personajes (como Búho Nocturno, Ozymandias o el propio Rorschach) ganen también en personalidad. En definitiva, el saldo siempre es positivo.

Snyder -consciente de la dificultad y complejidad que entraña su tarea- opta por eludir la historieta de piratas paralela (“Tales of the Black Freighter”) que Moore y Gibbons insertan enigmáticamente –a trompicones- a lo largo de la trama principal; historieta que parece será incluida como extra en las esperadísimas ediciones en dvd de la película. La complejidad y falta de linealidad narrativa del comic son algunas de las características a las que éste somete su interés; el medio lo permite. En cambio, el cine –al menos en su consumo original en salas- no da la opción de retroceder en sus fotogramas a gusto del espectador, recuperando así ideas o imágenes pasadas por alto o no lo suficientemente asimiladas; para paliar esto hay un trabajo en cuanto a estructura de guión que me parece espectacular. Las limitaciones del propio medio cinematográfico y el estándar comercial de cualquier megaproducción justifican la decisión de Snyder de relajar el nivel de exigencia requerido al espectador, que -a su vez- se traduce en que esta adaptación fílmica no se revele como el discurso trascendente y pretencioso –dicho en el mejor sentido del término- que tiene su versión en papel. Diversos detalles -novedosos respecto al comic- introducen una dimensión generacional que parece más un producto de la experiencia degustativa y emocionada respecto al pasado propio del lector del comic que algo que ya estuviera vigente en toda su amplitud en la obra gráfica. Aportación propia del nuevo medio es una elección de la banda sonora que da ese soporte, hasta el momento invisible, que necesitaba la traslación adecuada del papel a la pantalla; sobresaliente.

De todo esto pueden surgir dos posibles apreciaciones del respetable. En el caso del conocedor del comic, a la película se le podrá atribuir un perfil más bajo que a la obra original. De ahí a dejar un sabor agridulce existe poco trecho; no obstante, estoy convencido de que posteriores revisiones solucionarán ese problema (una herencia de la historieta que le precede). Para el caso del neófito (experiencia anhelada pero que por desgracia ya nunca será posible en mi caso) se apreciará una película de superhéroes muy curiosa, extraña, con apariencia renovadora y más “adulta” -perverso adjetivo- que la media; y ,seguro, que con cierta querencia hacia una moderada incomprensión.

Juan Andrés Pedrero Santos

lunes, 3 de mayo de 2010

"TWO LOVERS", lo último de James Gray

Es complicado que el cartel de “Two Lovers” –con ese título y con las imágenes que lo ilustran– sea un buen reclamo para ir al cine; al menos para cierto tipo de público en el que me incluyo. Pero claro, cuando uno escudriña los créditos y ve el nombre de James Gray en la dirección poco más puede hacer que dar un voto de confianza. Y qué sorpresa. Uno confía en que esa autoría justifique de alguna manera el interés que ha despertado, pero lo que nunca hubiera esperado era encontrarse ante una Obra Maestra. Y sí, lo digo así, con mayúsculas, sin temblarme el pulso, sin reparo y sin ruborizarme. “Two Lovers” es una película maravillosa, que explora todos los sentimientos que marchan unidos a una relación de pareja (a cualquier tipo de relación de pareja) cuando éstos significan ese momento atormentado en el que decidir si seguir avanzando en la misma; cuando uno calibra hasta donde está dispuesto a arriesgarse, a involucrarse, a dejarse llevar y a arrastrar a los demás, pensando (o sin pensar) en las consecuencias que nuestros pasos tendrán en nuestro entorno más cercano, particularmente en quien tenemos enfrente; y James Gray consigue matizarlos, identificarlos y catalogarlos como nunca antes lo habíamos visto.

James Gray representa en imágenes y en sonidos una sencilla historia humana, de las que cualquiera ha podido vivir en su trayectoria vital o que espera no tener nunca que vivir (o sí). Y lo hace con el cine, con sus recursos y con su magia, mucho más que con una simple ilustración. Lo que hace es retratar los abismos, las alegrías y los callejones sin salida a los que nos pueden llevar los asuntos del corazón. Lejos de hacerlo de una manera naturalista, utiliza esos recursos tan grandes propios del cine para mostrar cada una de las sensaciones que le pasan por la cabeza –con parada previa en otros miembros más cercanos al suelo, entre ellos el corazón– a esa terna (que no trío) de actores: Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow y Vinessa Shaw –la Domino de “Eyes Wide Shut” (1999), el testamento de Kubrick–, todos perfectos y extraordinarios.

La lucha entre la cabeza y el corazón (no voy a decir la bragueta porque sería demasiado excluyente), el sufrimiento, la angustia, el sentimiento de pérdida de control, la locura y la predisposición a la falta de lealtad y a la traición al respeto que el otro merece son los elementos que pueblan ese odioso momento que llega a cualquiera que tenga que decidir entre un tipo de amor u otro si ambos se presentan al unísono. James Gray trata así un tema que es aparentemente tan pequeño para el mundo, pero a su vez tan universal y tan inabarcable para quien tenga el (dis)gusto de sufrirlo. Lo que en realidad hace es registrar en pantalla todo el compendio de trances y lances que una situación como esa puede y debe provocar. Y lo hace con atmósfera, con sensibilidad, con sinceridad y sin trampa ni cartón, llegando a las más inhóspitas profundidades de los sentimientos, con poesía; dramática, pero poesía al fin y al cabo; con elegancia, moderación, intensidad y ambigüedad; donde están todas las renuncias, todas las concesiones, e incluso quizás toda la siniestra hipocresía a la que podemos llegar cada uno de nosotros. La vida misma. Qué magnífico cineasta tenemos ante nuestros ojos.
(Publicada originalmente en la web "Pasión por el cine")

Juan Andrés Pedrero Santos