martes, 30 de noviembre de 2010

"SCIFIWORLD MAGAZINE" 33 (DICIEMBRE 2010)

Ya está a punto de aparecer en los kioskos (concretamente la semana que viene) el nuevo número de la revista SCIFIWORLD MAGAZINE, ya en su número 33, muy cerca de los tres añitos y correspondiente al mes de diciembre de 2010. Para no seguir la corriente de las fiestas navideñas y ser un poquitos subversivos (y tocapelotas, si se quiere, también), la revista dedica su número a un monográfico sobre el demonio en el cine. Mi aportación de este mes se centra, como siempre, en la sección "La máquina del tiempo", que en esta ocasión versa sobre una película Hammer dirigida por Terence Fisher, "The Devil Rides Out" (1968).

lunes, 29 de noviembre de 2010

UN SALUDO PAUL...


Hoy 30 de noviembre de 2010, sobre las 23.30 horas, hará ya un año que falleció Jacinto Molina Álvarez, Paul Naschy. Yo le recuerdo con el orgullo de haberle llegado a conocer, someramente, pero lo suficiente como para que su presencia ya forme parte de mí el resto de mi vida. No puedo decir que desde aquí le mando un saludo, pues tengo claro que no me va a escuchar. Por desgracia estoy convencido de que ya sólo existirá en el recuerdo, y ese es el único lugar donde permanecerá siempre, que no es poco. El recuerdo es el único lugar sin fecha de caducidad, pues cuando termine el mio (el día que termine yo), otros seguirán manteniendo la llama encendida; otros, de una u otra manera, reavivarán ese recuerdo dentro de sí mismos, y eso hará que Paul Naschy continúe siendo inmortal. Me gustaría poder decir otra cosa, pero se que no hay nada más que decir (otros creerán de forma diferente,..., si les sirve de algo, allá ellos). Gracias Paul por todo. Al menos yo puedo decir que mi nombre ya estará siempre unido al tuyo en las bibliografías, gracias al prólogo que tuviste el detalle de concederme para mi libro "Johnny Weissmuller. Biografía". Sirvan estas líneas como sentido homenaje a un hombre que a todas luces merece eso y más. Hasta siempre Jacinto.

sábado, 13 de noviembre de 2010

"MIEDOS"

El cine fantástico de Joe Dante, con la excepción de dos de sus primeras obras dentro del género –“Piraña” (Piranha, 1978) y “Aullidos” (The Howling, 1981); estupendas ambas, pero que el tiempo parece haber definido como las menos personales de su autor– siempre ha estado dotado de un cierto cariz infantil; ahí están como muestra “Gremlins” (Gremlins, 1984), “Exploradores” (Explorers, 1985) o “Pequeños guerreros” (Small Soldiers, 1998) por citar los ejemplos más conocidos, que no únicos. No obstante, decir infantil no las lleva directamente a estar dirigidas a los menores de edad, sino a esos niños grandes que todavía quedan por el mundo; adultos que se niegan a asimilar el paso de los años y la consiguiente pérdida de la ilusión por la magia y la fantasía como mayor lastre. Así, la presencia de niños en las películas de Dante no es más que la necesaria permutación del representado por el representante: el adulto por el niño; alcanzando esa relación un plano eminentemente simbólico.

Dicho esto, quizá sea “Miedos” (The Hole, 2009) la película que mejor encarna lo que toda la filmografía de Dante ha tratado de dejar traslucir sobre su personalidad artística. A pesar de la presencia protagónica de niños y adolescentes, y el inevitable humor –siempre presente en su filmografía–, “Miedos” es una auténtica película de terror. Y es un terror muy apegado a la realidad aunque sin dejar de lado su procedencia fantástica. Lo más valorable de “Miedos” es la claridad de su objeto, su simplicidad, la asunción plenamente consciente de lo que pretende ser y de lo que consigue ser –conceptos que esta vez coinciden–, no aspirando a ser más que eso; al igual que el clasicismo formal con el que desarrolla su enfoque. El agujero que los hermanos Thompson encuentran en el sótano de su nueva casa –una nueva mudanza huyendo de un padre presidiario que los maltrató en el pasado– es la materialización del origen de todos esos temores que un niño desarrolla desde su nacimiento; irracional y fantástico si se trata de un miedo hacia los payasos como el del pequeño Lucas o, por desgracia, muy racional y real si se asemeja al que siente el adolescente Dane hacia las palizas de su padre. En uno u otro caso, se trata de miedos que derivan en pesadillas, en malos sueños; la forma más barata, primaria e incontrolable de recurrir a la fantasía, a la que de ninguna manera, por mucho que insistamos y así lo deseemos, podremos renunciar.

El agujero funciona así como un crisol, un lugar de intercambio de miedos ajenos, una puerta de entrada del mal hacia el mundo terrenal, la conexión entre el terror que habita en el subconsciente y la vida real; pura abstracción. El paralelismo entre el carácter físico de la siniestra cavidad sin fondo y los traumas emocionales de los protagonistas –por lo tanto etéreos e inaprensibles– funciona como bisagra entre la realidad y la fantasía, negándose esta última a abandonar la vida de los anfitriones que le sirven de guarida. En cierto modo, la voluntad de los hermanos Thompson, y de su vecina y amiga Julie, de enfrentarse a aquello que habita en el agujero significa el decidido paso iniciático de enfrentarse a los miedos de la niñez. Un enfrentamiento que, sin embargo, no supone hacer a esos miedos desaparecer, sino asumirlos y aprender a vivir con ellos, a controlarlos y a no dejar que ellos nos controlen a nosotros. No renuncia Dante a algo que ya se ha convertido en convención, pero que no por ello ha perdido toda su eficacia y representatividad (véase toda la escena que narra la vivencia de Dane tras caer al pozo para buscar a su hermano pequeño): la idealización de esa otra dimensión que supone el mundo de las pesadillas en un entorno expresionista; de muebles, paredes, ventanas y puertas deformados, plagado de perspectivas imposibles y agresivos ángulos; tan válido para servir de fondo a las aventuras de “Alicia en el país de las maravillas” como a los dominios en los que se mueve el siniestro doctor Caligari.

Dante nos traslada todo esto mediante una historia en apariencia esquemática, pero también muy universal; con una narrativa muy clásica, como corresponde a una idea –la que quiere transmitir– tan primitiva como el eterno miedo a la oscuridad, a aquello que se esconde en su fondo, y en el cual cada uno de nosotros tenemos escondidos nuestros monstruos particulares.

Necesario es subrayar lo apropiado, en este caso, del uso de las tres dimensiones; muy coherente con las imágenes oníricas que pueblan la cinta, a las que potencia, sin abusar de efectos de relleno que intenten justificar el recurso a esta cada vez más generalizada y gratuita (y no hablo del precio de la entrada) innovación técnica.

Juan Andrés Pedrero Santos

(Publicado originalmente en la revista SCIFIWORLD MAGAZINE, en su número 30 de septiembre de 2010)

martes, 2 de noviembre de 2010

"SCIFIWORLD MAGAZINE" Nº 32

En unos días estará a la venta el número de noviembre de 2010 de la revista de mis entretelas. Ya falta poco para los tres añitos dando guerra. En este número se incluyen mi crítica sobre la decepcionante última película de John Carpenter, "The Ward".

"La máquina del tiempo" la dedico a una de las películas más admiradas de todo el "fantaterror" español de los años setenta: "Pánico en en Transiberiano", dirigida por Eugenio Martín, que justamente fue homenajeado y premiado en el último festival de Sitges.Un período el del "fantaterror" que "no destacó especialmente por su calidad, sino por la cantidad de películas de bajo presupuesto dedicadas al género, producidas en nuestro suelo –las más de las veces en régimen de coproducción– y con una envidiable y nunca más repetida repercusión internacional. Es por ello que “Pánico en el Transiberiano” destaca sobre el resto de la producción de aquellos años, pues sus diferencias con lo más granado de aquel cine español son manifiestas y significativas. Esas diferencias las podemos resumir en una sola palabra: calidad."

Aviso para navegantes: se me ha autorizado contar que el número de diciembre será "DEMONIACO"¡¡¡¡ Hasta ahí puedo leer, je je.