Ahora que tengo blog, aprovecho para publicar una crítica de "UP" que fue escrita originalmente para SCIFIWORLD MAGAZINE, pero que nunca se publicó en ese medio debido a que un compañero se me adelantó en la labor.
Aunque hoy por hoy los estudios de animación Pixar son propiedad de Disney, la compañía mantiene viva su propia idiosincrasia sin verse demasiado (prácticamente nada) contaminada por el repelente tufo que siempre ha emanado de los productos facturados por su propietaria. “Up” es toda una apología de la ilusión, de la necesidad de no abandonar nunca los sueños, de la obligación moral que tenemos de perseguirlos hasta el último aliento. Algo que un niño aun no sabe valorar; ya tendrá tiempo, su vida es (o debería ser) un sueño. Los adultos, por desgracia, sabemos que los sueños –en el mejor y más improbable de los casos– pueden convertirse en realidad, pero nunca dejarán de ser eso, sueños; y es su propia esencia como tales lo que les convierte en objetos a perseguir hasta que nos falte el resuello.
Los primeros minutos de “Up”, todo el prólogo –por llamarlo de alguna manera– en el que se nos cuenta de forma sintética, precisa y emotiva lo que fue toda una vida juntos para la pareja formada por Carl y Ellie, hasta la muerte de ésta, son, por sí solos, una obra maestra de concisión narrativa y de emoción contenida; tan diferente de los interminables minutos típicos de las películas “de Disney”, en los que no pasa nada ni se cuenta nada, donde no se hace avanzar la historia, convirtiéndose en melosos y vacíos minutos musicales que alejan tanto los argumentos de los temas más universales. ¿Que esta reseña parece un ataque frontal a Disney?, sí, lo es. Sé que en este punto nado a contracorriente; ni en mi menos tierna infancia lograron seducirme los aluviones de babas y sensiblería de tres al cuarto que tanto siempre caracterizaron a sus películas de animación, algo menos a las de imagen real. En cambio, “Up” (Pixar en general y sobre todo en los últimos tiempos) no cae en esa trampa; innova desde el momento en que asume que la animación puede plasmar el mundo como es, tanto con su implacable dureza como con su maravillosa razón de ser.
Es esa honestidad tan alejada de Disney lo que merece la pena ser contado sobre esta historia de Pixar, más adulta de lo que parece. Una historia que puede ayudar a educar a las nuevas generaciones de niños, haciéndoles ver el mundo desde una perspectiva crítica, emotiva y realista; sin que por ello se olvide la esencia que debe dirigir sus vidas, la del proyecto vital (cualquiera que sea), asumiendo los golpes que recibirán por el camino, aprendiendo a aceptar las renuncias, a caer y a volverse a levantar, a renovar las ilusiones, a seguir adelante aun sin olvidar el pasado; en definitiva, a experimentar todo aquello que les hará sentirse más vivos, más humanos, poseedores de unas emociones más profundas y reales, y no monigotes parlantes (humanos o antropomorfos) de cartón piedra. Quizás los hoy niños no se den cuenta de todo esto. Los adultos sí, por eso disfrutamos tanto con esta historia, porque vemos en ella todo aquello que quisimos ser y que, tal vez, aun no hemos renunciado a conseguir. Dejemos que ellos también la vivan a su manera, que les sirva como un poso desde donde crecer.
Medio punto he escatimado (ver nota) para no hacer llegar a “Up” a los altares de las obras maestras. No es más que un castigo (desde el cariño) a la liviana influencia disneyana que aun se deja notar; esperemos que un día desaparezca por completo. Por fortuna, los únicos animales que aquí hablan lo hacen gracias a un artilugio inventado por el hombre; todo un tiro en la nuca a la tradición.
Aunque hoy por hoy los estudios de animación Pixar son propiedad de Disney, la compañía mantiene viva su propia idiosincrasia sin verse demasiado (prácticamente nada) contaminada por el repelente tufo que siempre ha emanado de los productos facturados por su propietaria. “Up” es toda una apología de la ilusión, de la necesidad de no abandonar nunca los sueños, de la obligación moral que tenemos de perseguirlos hasta el último aliento. Algo que un niño aun no sabe valorar; ya tendrá tiempo, su vida es (o debería ser) un sueño. Los adultos, por desgracia, sabemos que los sueños –en el mejor y más improbable de los casos– pueden convertirse en realidad, pero nunca dejarán de ser eso, sueños; y es su propia esencia como tales lo que les convierte en objetos a perseguir hasta que nos falte el resuello.
Los primeros minutos de “Up”, todo el prólogo –por llamarlo de alguna manera– en el que se nos cuenta de forma sintética, precisa y emotiva lo que fue toda una vida juntos para la pareja formada por Carl y Ellie, hasta la muerte de ésta, son, por sí solos, una obra maestra de concisión narrativa y de emoción contenida; tan diferente de los interminables minutos típicos de las películas “de Disney”, en los que no pasa nada ni se cuenta nada, donde no se hace avanzar la historia, convirtiéndose en melosos y vacíos minutos musicales que alejan tanto los argumentos de los temas más universales. ¿Que esta reseña parece un ataque frontal a Disney?, sí, lo es. Sé que en este punto nado a contracorriente; ni en mi menos tierna infancia lograron seducirme los aluviones de babas y sensiblería de tres al cuarto que tanto siempre caracterizaron a sus películas de animación, algo menos a las de imagen real. En cambio, “Up” (Pixar en general y sobre todo en los últimos tiempos) no cae en esa trampa; innova desde el momento en que asume que la animación puede plasmar el mundo como es, tanto con su implacable dureza como con su maravillosa razón de ser.
Es esa honestidad tan alejada de Disney lo que merece la pena ser contado sobre esta historia de Pixar, más adulta de lo que parece. Una historia que puede ayudar a educar a las nuevas generaciones de niños, haciéndoles ver el mundo desde una perspectiva crítica, emotiva y realista; sin que por ello se olvide la esencia que debe dirigir sus vidas, la del proyecto vital (cualquiera que sea), asumiendo los golpes que recibirán por el camino, aprendiendo a aceptar las renuncias, a caer y a volverse a levantar, a renovar las ilusiones, a seguir adelante aun sin olvidar el pasado; en definitiva, a experimentar todo aquello que les hará sentirse más vivos, más humanos, poseedores de unas emociones más profundas y reales, y no monigotes parlantes (humanos o antropomorfos) de cartón piedra. Quizás los hoy niños no se den cuenta de todo esto. Los adultos sí, por eso disfrutamos tanto con esta historia, porque vemos en ella todo aquello que quisimos ser y que, tal vez, aun no hemos renunciado a conseguir. Dejemos que ellos también la vivan a su manera, que les sirva como un poso desde donde crecer.
Medio punto he escatimado (ver nota) para no hacer llegar a “Up” a los altares de las obras maestras. No es más que un castigo (desde el cariño) a la liviana influencia disneyana que aun se deja notar; esperemos que un día desaparezca por completo. Por fortuna, los únicos animales que aquí hablan lo hacen gracias a un artilugio inventado por el hombre; todo un tiro en la nuca a la tradición.
Juan Andrés Pedrero Santos
Nota: con esto me refiero a las habituales "estrellitas" con que se suele puntuar a las películas de 0 a 5. Alusión que no he querido rectificar...porque no me apetece.
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