El gancho comercial que ostenta la cartelería de "Los ojos de Julia" no engaña a nadie: "…de los productores de "El orfanato"", dice. Y, efectivamente, esa es la mejor forma de describir esta película. Utilizando más si cabe que aquella el protagonismo absoluto y ubicuo de Belén Rueda –eficaz y poderosa, en muchos sentidos–, hace recaer sobre los hombros de la actriz madrileña toda la responsabilidad en el plano interpretativo, no obstante, acompañada de unos muy interesantes característicos en la línea de la mejor escuela, todos con un papel más o menos siniestro con el que lucirse. Una Belén Rueda en vías de convertirse en toda una heroína del cine de acción, más que a punto como candidata para ser abducida por el cine americano más comercial y palomitero; virtudes le sobran para eso y para más.
Si "El orfanato" era un pastiche de mucho cine de género, ampliamente reconocibles sus referencias por el buen aficionado, hábilmente prefabricado para sorprender al neófito, utilizando todos los recursos narrativos que el género lleva haciendo suyos durante décadas, este caso es más de lo mismo. No obstante, se rebaja el listón, cuantitativamente hablando, respecto a las fuentes de las que se bebe; aquí mucho más limitadas, por lo que se consigue una película más homogénea y equilibrada, aunque también mucho más tramposa, esto por otros motivos. Se sitúa así "Los ojos de Julia" en los márgenes de un cine que decididamente apuesta por ser –antes que nada– comercial y futuro megahit de allí por donde pase; objetivo tan lícito como el que más, pero atesorando por ello una servidumbre respecto a la idea de la concesión por la concesión que le aleja inexorablemente del camino de la originalidad y de la auténtica creación; lo que le lleva incluso a sacrificar la coherencia interna en favor de una premeditada estrategia de choque.
Sin embargo, esto no debe ser tomado como un defecto, más bien como una virtud; especialmente si se muestra como la consecuencia directa de una elección plenamente consciente, asumida como punto de partida irrenunciable y por ello honesta como ninguna; a nadie trata de engañar, simplemente se escoge con gusto y por derecho uno de los varios caminos posibles. A diferencia de ese cine que parece hecho únicamente para contentar a su propio autor, "Los ojos de Julia" representa la opción de hacer un cine enfocado hacia el público, con la vista puesta exclusivamente en él, al que se debe y con el que trata de conectar a cualquier precio; obviando de todo punto esa otra posibilidad que existía: la de mirarse el ombligo. Es ahí donde surge una de las mayores referencias en cuanto a lo que la película de Guillem Morales significa como concepto: el cine de Hitchcock, un estilo –vamos a llamarlo así– que sobrevuela el visionado en todo momento.
Con un diseño de producción minuciosamente estudiado, medido al milímetro hasta el último detalle, tanto desde el punto de vista estético como argumental, se consigue un thriller terrorífico contundente, agradable y de una factura irreprochable; y de ahí su atmósfera tan personal y uniforme, tal vez un tanto plastificada. Su carácter como vehículo juguetón con el espectador es, quizás, la mejor de sus armas; con ella consigue entablar un diálogo directo con un público que en todo momento es consciente de ser él a quien se le está contando la historia y hacia quien se está dirigiendo todo lo que ve en pantalla. Esto hace que el espectador participe de la complicidad que se le ofrece, y por ello, de alguna manera, forme parte de la película. Tenemos así, ante nosotros, una especie muy particular de cine en 3D, esta vez no visual sino psicológico, si se me permite calificarlo así. Esa cuarta pared que virtualmente tiene el cine, donde película y público se sitúan a diferentes lados de la pantalla blanca, y que en sí misma supone un motivo de obligado distanciamiento, aquí desaparece. El espectador deja de ser un voyeur para convertirse en un partícipe activo; pues en todo momento se siente tenido en cuenta, reconociendo que quien está detrás de las imágenes siempre está pendiente de él, siendo la interrelación ininterrumpida; esto, dicho así, se me antoja mucho más trascendente en su importancia, en el cumplimento de sus objetivos, de lo que parece a primera vista.
De algún modo, por mucha que sea la parentela conceptual que tiene con El orfanato –relación inevitable que el producto reconoce y asume, como ya he dicho–, sus resultados globales, en todos los ámbitos, superan los de aquella, más dispersa, dejando a un lado el sentir melodramático que predominaba allí a cambio de una mayor ligereza de ánimo, que, en este caso, consigue divertir mucho más al respetable.
Juan Andrés Pedrero Santos (originalmene publicado en PASADIZO.COM)
Muy señor mio, acabo de ver la cinta, y comparar este bodrio a la altura de películas de la troma con el gran Hitchcock, me resulta una ofensa al genero de terror elaborado y psicológico.
ResponderEliminarDebería usted de volver a ver la cinta, y valorarla de nuevo. Su critica es realmente hilarante.
Cine dirigido al publico...
Ahora entiendo por que toda la sala se reía con multitud de escenas metidas a calzador para crear ambiente.
Solo he visto mas trucos en una representación de magia borras para niños.
Realmente mala, y peor critica aun.
Como todas sus criticas sean igual de acertadas, no creo que abunden mi visitas durante mas tiempo a su pequeña y cuidada bitácora.
Nota: Si usted no siente verdaderas nauseas viendo los planos absurdos de culos y tetas que abundan durante la filmación, es que usted esta casi tan ciego como Julia.
PD: Notese mi enfado, la fui a ver intrigado por lo mucho que me había gustado su critica, ahora me siento violado.
ResponderEliminarVaya, pues lo siento. No obstante, le doy las gracias por haberme tenido tan en cuenta. Y ya sabe aquello de "para gustos...". Gracias, pese a todo, en serio. Un abrazo.
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