viernes, 14 de mayo de 2010

THE SPIRIT

Ya terminó el Salón del Comic de Barcelona. Con esa excusa aprovecho, como ya hice en el caso de Watchmen, para publicar en este blog la crítica de THE SPIRIT que vio la luz en el nº 11 (febrero de 2009) de SCIFIWORLD MAGAZINE. Un patinazo monumental de Frank Miller: zapatero a tus zapatos.

La asunción de riesgos en cualquier actividad creativa debería ser considerada siempre como algo muy loable. Frank Miller -uno de los más importantes renovadores del lenguaje del comic de las últimas décadas- ya demostró su carácter innovador, revolucionario y rupturista en la rama artística que le dio prestigio. No obstante, esa asunción de riesgos debe ir siempre acompañada de una conveniente matización de los mismos, evitando transformar la virtud en debacle. Miller, que ya tanteó el mundo del cine de una forma solvente como escritor y con una incursión en la dirección de forma compartida -no sabemos pero ahora imaginamos hasta qué punto- con Robert Rodríguez en “Sin City” (2005), se lanza de cabeza a la piscina muy seguro de sus posibilidades para adaptar con éxito el trabajo de uno de los maestros de la historieta que más supieron conjugar la innovación y la creación de lenguaje con el clasicismo: Will Eisner. Difícil tarea.

La innecesaria inclusión de cierto atrezzo distintivo del siglo XXI (teléfonos móviles, fotocopiadoras, cámaras digitales o un Spirit en zapatillas deportivas) en un contexto estético propio de la América de los años cuarenta ya se revela como una declaración de intenciones por parte de Miller respecto a su afán modernizador y adaptador a claves propias y personales del personaje creado por Eisner en 1940. Vamos a olvidarnos entonces de la diferencia entre los personajes y la estética del comic original y su adaptación al cine, ésta para mi gusto con un resultado eficaz en el caso de los decorados –digitales o no- y el acabado estético general, pero dudoso en la creación de personajes (en especial en lo referente a los atributos superheroicos que se incorporan a Spirit), aunque sea precisamente en este último punto donde más se entiende la propuesta de Miller y donde merece mayor margen de maniobra.

La decepción procede de la incapacidad para adaptar al lenguaje cinematográfico el estilo narrativo que Miller ha hecho reconocible en su obra en papel. Existe una diferencia notable entre el comic y el cine; en el comic los tiempos los pone el lector, según se recree más o menos en la contemplación de las páginas y la composición de las viñetas; gracias a eso, la destrucción que hace Miller de la narrativa clásica funciona bien en el mundo del comic, donde no existe un paso real del tiempo. El caso del cine es muy diferente en ese sentido; es un medio donde el tiempo es perfectamente medible y perceptible, y las dilataciones sin sentido de las escenas (o lo que es peor, la ausencia total de sentido en un espacio temporal que avanza sin tregua) y su falta de adecuación a un conjunto que debiera tener cierta unidad generan inquietudes indeseables en el espectador (aburrimiento le llaman algunos). Si a eso le añadimos una historia en sí misma que no parece tenerlas todas consigo, que no sabe muy bien a donde va (ni de donde viene) y con puntos oscuros casi surrealistas que no son tales, el resultado está condenado a la ruina.
Juan Andrés Pedrero Santos

2 comentarios:

  1. Un desastre total y absoluto, narrativamente lerdo y estilisticamente tan engreido como hortera, una broma sin gracia, un caca/culo/pedo/pis sonrojante y lo peor de todo la triste confirmación de la grotesca decadencia de Miller convertido en un chiste de si mismo.
    Despues de tanto y tanto me parece que su Daredevil (y Año Uno) va a terminar por ser lo más perdurable de una obra en caida libre, en lugar donde planteó todo y dijo todo.

    ResponderEliminar
  2. Me pareció horrible, mezcló Sin City con el personaje de Eisner, haciendo que no reconociéramos al personaje o la historia.

    ResponderEliminar