Lo primero que hay que decir de
este nuevo trabajo del periodista y escritor Víctor Arribas es que tiene un
grandísimo defecto: no incluye un índice onomástico para poder localizar entre sus
trescientas amenas páginas cada una de las películas sobre las que el autor tiene
algo que contar.
Y
es que, después de leer la multitud de anécdotas sobre películas, actores o
directores que Arribas se anima a relatar, uno desearía disponer de esa herramienta
tan útil en según qué clase de libros para sacarle todo el partido después de
una primera lectura. La opción, cuando en el futuro, después del primer
acercamiento a “Goof! Los mejores gazapos del cine”, queramos retomar alguno de
los interesantes ejemplos convocados, será volver a realizar el ejercicio de
perderse entre sus páginas con despreocupación hasta dar con el objeto de nuestro
concreto interés.
Tal
y como explica el autor en sus primeras líneas, Goof es una de las denominaciones que los norteamericanos utilizan
para referirse a los gazapos en el cine. Entre ellos hay muchos por todos
conocidos, como los famosos relojes de pulsera a la vista en alguna película de romanos, o los jeans bajo la túnica de algún guerrero
medieval. Arribas no se olvida de catalogar con todo tipo de detalles los de
esa clase tan común, pero el interés de las páginas de este volumen reside, muy
especialmente, en todos los puntos de vista y facetas diferentes entre las que
Víctor consigue obtener curiosidades aparentemente inéditas o escondidas de
esas pequeñas o grandes obras de arte que son las películas. Capítulos como los
titulados “Lo que el doblaje se llevó”, “Los mapas se han vuelto locos” o “Con
el título hemos topado” inspiran parte del alcance del contenido que podremos
encontrar en el libro; pero hay mucho más.
Lo mejor, lo
inesperado, es algo mucho más saludable que esa labor arqueológica y
catalogadora de esta opción tan interesante elegida para hablar sobre cine, y
es que el conocido periodista madrileño aprovecha, subrepticiamente, de alguna
manera de forma ajena al más visible objetivo del libro, para explayarse en
contar cómo nació su afición al cine, como esta creció, qué cintas se
convirtieron en las columnas donde apuntaló su cinefilia o cuales son sus
filias y sus fobias –a pesar de que no comparta con él su disgusto ante el remake que Steven Spielberg realizó del
clásico La guerra de los mundos, para
mí una de las obras maestras del Rey Midas de Hollywood–. En definitiva, más
allá de lo que el autor vende como el propósito fundamental de su trabajo,
encontramos el subyacente y sincero ejercicio de exhibición de amor por el cine
que Arribas no trata de esconder en absoluto; todo lo contrario, se desvive,
bajo el disimulado pudor que le otorga su prosa tranquila, educada y clara,
aprovechando la indefinición genérica del tema tratado, en desvelar todas
aquellas películas que por uno u otro motivo considera importantes, para la
historia o para sí mismo, o ambas cosas a la vez. Esa transparencia, que transmite
con menos retórica que otras de sus obras previas –esos dos magníficos
volúmenes dedicados al Cine Negro editados por Notorious– su íntimo sentir
pasional acerca del objeto de estudio, conecta al autor con el lector transformando
esa relación virtual en una charla entre dos amigos que conversan sobre aquello
que más les gusta: el Cine, así, con esa mayúscula mayestática que a Víctor le
gusta resaltar.
Editado por
Espasa Calpe –es una suerte que la notoriedad pública derivada de la profesión
del autor sirva para que las grandes editoriales se interesen por él–, estamos
ante un físicamente discreto pero atractivo volumen en rústica con solapas,
cuya cubierta, de un brillante color rojo, anima a lanzarse sobre su lectura
tanto como a seguir haciéndolo una vez el lector ha iniciado la satisfactoria
tarea de adentrarse entre sus primeras páginas.
Juan Andrés
Pedrero Santos