lunes, 10 de mayo de 2010

Esperando a RIDLEY SCOTT...

Ya está a punto de llegar a nuestra pantallas la última película de Ridley Scott, la tan ansiada " ROBIN HOOD". Su ultima película, "RED DE MENTIRAS", fue motivo de que escribiera una reseña en Pasadizo.com. Dado que en ella hablo de la sensación que tengo en los últimos años al enfrentarme a las películas de este señor (y esperando equivocarme esta vez con "Robin Hood"), es buen motivo para quitarle el polvo a la citada crítica y darle aire ahora de nuevo.

El dicho popular que sentencia aquello de “la esperanza es lo último que se pierde” alcanza su más estricto significado en ese momento crucial en el que el cinéfilo corre raudo a enfrentarse a la última película de Ridley Scott; cuyo cine, pese a las oscuras expectativas que es capaz de generar en los últimos tiempos, siempre nos deja abierta una ventana para el optimismo. Pero,…otra vez será.


El regusto con el que sus últimas películas nos deleita el paladar se asemeja al que nos dejaría la visión de un conjunto de imágenes de encargo, producidas a partir de las directrices marcadas por algunas líneas sinópticas a la espera del desarrollo de una historia completa que les de soporte; lo que se dice empezar la casa por el tejado. La espera de esa historia tan densa, tan llena de interés, de emoción, de drama, de dobles lecturas, de recovecos o de sugerencias, todo eso que se intuye como digno acompañamiento de imágenes tan potentes nunca termina de llegar. El resultado: algo así como un comic gráficamente terminado hasta en el último detalle pero cuyos bocadillos encontramos vacios de cualquier texto, completamente en blanco. Y no es que no exista un material mínimamente válido, sino que no se consigue hacer que éste trascienda a través de unos verdaderos detalles narrativos de interés o de fuertes interpretaciones plenamente sumergidas en ese sustrato. Lo único que vemos es un montón de bonitos fuegos artificiales, pero sin que consigamos enterarnos de cuál es la fiesta que se celebra. La forma que tiene Scott de ilustrarnos la historia es, como siempre, apabullantemente espectacular, técnicamente todo un dechado de virtudes y de una perfección insultante, capaz de embaucar a cualquiera (que se deje) con su estética arrebatadora, arrebatadoramente vacía. El problema nos sorprende (es un decir…) cuando entramos a buscar aquello que las imágenes ilustran, que es bien poco, o lo poco que hay no consigue llegar a ninguna parte.

Estamos ante una intrincada historia de espionaje y contraespionaje internacional enmarcada en el -por desgracia ahora de actualidad- mundo del terrorismo islámico, donde campea la falta de discurso, el desinterés –o la incapacidad en el mejor de los casos- por tomar partido verdaderamente, no sabemos si consecuencia de la pertinaz insipidez emotiva y/o ideológica de Scott o de un malogrado enfoque y posterior erróneo resultado; aunque, no nos engañemos, la segunda de las opciones tiene más que ver con ese hilo de esperanza que aun nos mantiene vivos como seguidores de su cine que con otra cosa, anhelante de esa otra futura obra maestra que nunca llega.


Scott es incapaz de hacer remontar el vuelo a los atisbos de cuestionamiento o crítica al que por sí solo da pie el mismo planteamiento argumental, disueltos en la sosería ética que domina el conjunto; ni siquiera hila fino en la recreación de la aventura personal que supone para un agente de campo de la CIA el enfrentamiento directo con la dura realidad; esa que sus jefes, asentados en sus cómodas vidas en Washington, no tienen posibilidad de valorar en su justa medida. Un conflicto personal que, apuntado, finalmente no termina de despuntar y desarrollar en toda su extensión. Toda la intriga queda reducida a una sucesión de secuencias de acción protagonizadas por un DiCaprio por fortuna incapaz de estar en un nivel por debajo de lo correcto. Como contrapunto tenemos al personaje que interpreta Russell Crowe, a quien el único esfuerzo que parece habérsele exigido es una patética pérdida de forma física, excesiva concesión para tan mediocre rol. Nos alegran la vida la bella y encantadora actriz iraní Golshifteh Farahani -cuyas escenas con DiCaprio aportan la emoción que falta en el resto del metraje- y el camaleónico Mark Strong –con algo de supervillano bondiano- en la piel del máximo responsable de la inteligencia jordana, los dos más grandes motivos de alegría de la función.


Juan Andrés Pedrero Santos

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