Para centrarnos,
partamos de la idea de que todo el cine es fantástico desde el momento en que materializa
en imágenes una ficción; pero no todo el cine es Cine Fantástico. No solo las
historias de hombrecillos de Marte, de vampiros, de monstruos antediluvianos,
de batallas espaciales, de fantasmas o de casas encantadas –por citar algunas temáticas
recurrentes– conforman la nómina de elementos que son generalmente aceptados
como propios de esa parcela genérica. La adscripción al género también viene
dada por el tratamiento formal de cualquier materia o historia, que si es narrada
cinematográficamente de un modo que se aleja del naturalismo, de lo
convencional, acercándose a lo irreal, a lo sugerente, a lo anómalo, a lo
ambiguo o a lo imposible, puede verse abocada a asimilarse como propia de esos
terrenos nebulosos y relativamente indefinidos de lo fantástico. Por mucho que
el significante esté representando por algo aparentemente de lo más trivial, su
significado, a partir de una especial plasmación en imágenes, puede adquirir
esa connotación. En ese punto se encuentra “El año pasado en Marienbad”.
Difícil es ya de
entrada intentar describir el significado de “El año pasado en Marienbad”, pues
no parece existir ninguna intención por parte de su director –Alain Resnais– de
evidenciarlo. Al contrario, más bien se esfuerza mucho en dispersar, en
disfrazar, en encriptar, e incluso –en última instancia– en anular cualquier posible
sentido al alcance de lo racional. Posiblemente ni siquiera existe ningún
significado, quizás lo único que pretende es un juego con las emociones;
aunque, para ser eso, destaca precisamente por una evidente asepsia en su tono.
¿Quiénes son todos esos impasibles personajes que aparecen en la cinta de
Resnais?, ¿son muertos, vivos, fantasmas, sueños o pesadillas? La respuesta:
cualquiera de ellas o todas a la vez; o incluso ninguna de las citadas. De tal
calibre es la incógnita que se nos presenta; algo que hará las delicias de esos
cinéfilos, críticos o simplemente aficionados al cine a quien les pesa tanto la
intelectualidad mal entendida que no son capaces de discernir entre la pose y
lo genuino, entre el bodrio y el entretenimiento. Aunque “El año pasado en
Marienbad” inicia con soltura tan funesto camino de confusión, tampoco pienso
que deba atribuírsele el llegar hasta esos límites, pero ay ay... Tal vez va
siendo hora de defenestrar ciertos mitos o falsos iconos; tal vez.
No en vano,
cuando una vez terminado su montaje se presentó a los distribuidores, estos no
la quisieron estrenar. Comenzó así su periplo en pases privados para diversas
personalidades de la cultura francesa, gustando a unos más que a otros. Sólo
cuando la película ganó el León de Oro en el Festival de Venecia de 1961 vio la
puerta abierta a una distribución comercial.
1.- Defender una sinopsis de la película supone a todas luces una
actividad de alto riesgo. Pero vamos a intentarlo, al menos desde un punto de
vista impresionista y convencional, literal. La acción se sitúa en lo que
parece ser un hotel de lujo o establecimiento similar, cuyos huéspedes son
mostrados de una forma anómala. Tres personajes (dos hombres y una mujer)
acaparan los diálogos y ocupan los escenarios. La delirante repetición de la
voz en off y de ciertas situaciones
nos deja intuir que existe cierto problema de infidelidad, seguramente no
carnal, más bien aparenta emocional. La insistencia de uno de esos hombres en
reclamar a la mujer que le acompañe y que deje al tercero en discordia, su
marido, es la escueta línea argumental que podemos encontrar. No hay más. El
resto son fuegos de artificio, sorprendentes los primeros quince minutos, pero
que a partir de ahí pierden fuelle y consiguen agotar. Todo ese nimio contenido
argumental se intuye más como una excusa –que pudiera haber sido intercambiable
por cualquier otra– con la que Resnais pone en marcha un experimento fílmico no
exento de pretenciosidad. Acogiéndose a esta línea, algunos han tildado a “El
año pasado en Marienbad”, directamente, de tomadura de pelo. Los años sesenta
fueron tiempos de cambio y experimentación en muchos aspectos de la sociedad
occidental (la guerra de Vietnam, la Nouvelle Vague, la revolución cubana, el
movimiento por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, mayo del
68,...), y el cine fue uno más de ellos, siendo esta cinta un producto de aquel
contexto.
2.- El
experimento que supone “El año pasado en Marienbad” es eminentemente narrativo.
Comienza con unos parsimoniosos y bellos travellings (muy recurrentes en su
autor) que muestran la suntuosa decoración del lugar, sus lámparas, sus
pasillos, sus habitantes,... Todo en un principio aparenta fascinante. Más
tarde, el descubrimiento de la vacuidad que entraña la película, a fuerza de
insistir sobre un mismo concepto creativo –válido para un cortometraje, quizás
soportable para un mediometraje–, se torna insufrible y excesivo durante 94
minutos, pues nada hace avanzar lo limitadísimo de su ¿argumento?. ¿Que el
objetivo de Resnais no era contar una
historia, sino transmitir unas sensaciones? Pues digamos entonces que la
sensación que transmite, una vez pasado el impacto inicial, es algo muy cercano
al tedio.
Cierto es que
Resnais, en un primer momento, consigue atraparnos con la belleza de sus
imágenes, con la linealidad y limpieza de sus encuadres, con sus composiciones
geométricas, con sus movimientos de cámara, con la pictórica planificación de
algunos exteriores y con el misterio que aflora de la forma en que muestra a los
personajes. Pero todo acaba siendo un espejismo. La sugerencia se convierte aquí
en un fin y no en un medio, perdiendo de ese modo su función; lo que delata un
afán exhibicionista y una pretenciosidad desbocada. Al final todo se resume en
un truco de ilusionista con ánimo de epatar. La relación de la película con el
espectador abandona ese objetivo tan tradicional que es el de contarle una
historia, para –en cambio– jugar con él al escondite. También abandona –lo cual
es muchísimo peor– la todavía más tradicional y esencial meta del cine y de
cualquier arte popular: entretener. Aquí, pasada como he dicho la sorpresa
inicial, sólo se consigue el hartazgo. Esa desunión respecto al lícito,
necesario y, ¿por qué no?, suficiente objetivo de entretener bien pudiera ser
una declaración de intenciones de Resnais, quien parece enfrentarse al cine desde
un punto de vista tan radical como eminentemente intelectual, alejado de las
verdaderas emociones y encapsulado en el mundo de los conceptos –el resto de la
filmografía de Resnais que conozco no contradice en nada esta opinión–. Hace
así una película para las minorías entre las minorías, nada defendible –e
incluso reprochable– desde ese sentido de lo popular que, aun revolucionándolo,
siempre asumieron y practicaron algunos de sus compañeros de generación y
nacionalidad (Truffaut, Godard, Rohmer,...). Se amarra así a un discurso muy
alejado de lo convencional; lo cual es sin duda estimulante y de agradecer,
pero con el handicap de no tener en cuenta (o, habiéndolo tenido, mostrando
desprecio por ello) que el cine es un arte íntimamente unido al tiempo, al paso
de los minutos. No se trata de un arte estático como la pintura o la escultura
–ajeno por tanto a la muy particular dimensión que le aporta el elemento “tiempo”–,
por lo que las carencias relacionadas con el ritmo penalizan sobremanera
cualquier abuso. Una de las principales preocupaciones del francés, además del
cuestionamiento de la relación de pareja, parece rondar en torno precisamente a
ese intento de romper el tiempo fílmico tradicional hacia una forma de
asimilación del modo en que percibe el tiempo la memoria. Algo sin duda muy
peligroso cuando se trata del Séptimo Arte, pues choca frontalmente con la esencia
misma de uno de sus principales soportes narrativos.
3.- Tanto los fantasmagóricos huéspedes como el propio lugar y
los movimientos de cámara que Resnais utiliza para mostrárnoslos recuerdan al
Kubrick de “El resplandor” (The Shining, 1980) y a su hotel Overlöok. Allí
existía una ambigüedad que aportaba atmósfera a la historia; pero en este caso
no existe tal historia, tan solo hay exhibicionismo y/o un más que discutible
intento de experimentación narrativa.
Si tal cosa
tenía cierto protagonismo dentro de la intención del director francés, la sensación
de claustrofobia, de encierro, que desprende en alguna medida la situación que
parecen vivir los personajes de “El año
pasado en Marienbad” –encerrados en el tiempo además de en Marienbad– tiene un
nexo de unión con su contemporánea “El
ángel exterminador” (1962), de Luis
Buñuel, quien curiosamente había declarado que “a veces he lamentado haber rodado en México “El ángel exterminador”. Lo
imaginaba más bien en París o en Londres, con actores europeos y un cierto lujo
en el vestuario y los accesorios”[1]. Buñuel
atinaba con su intento de metáfora desasosegante; Resnais opta en cambio por
una inclasificable abstracción, cuyo posible/supuesto significado es de difícil
visibilidad.
Los juegos que
Michael Haneke se permitía en “Funny Games” (Funny Games, 2007), rompiendo los
convencionalismos narrativos asumidos frente al espectador (la ruptura de la cuarta pared para que el personaje se
comunique directamente con el público), o que Mario Bava utilizaba como
anécdota en “Operazione Paura” (1966) (la persecución de un personaje
traspasando a la carrera puerta tras puerta, hasta alcanzarse a sí mismo en una
prodigiosa idea visual que constituía toda una fractura espacio-temporal dentro
de ámbito fílmico) constituyen ejemplos similares en cuanto al desconcierto que
generan algunos momentos de “El año pasado en Marienbad”.
En los casos
anteriores prima lo anecdótico, pero en la película de Resnais lo anecdótico se
convierte en generalidad. Con todo –y como ya había hecho en la interesante y algo
más convencional, pero a la postre igualmente reiterativa, “Hiroshima mon
amour” (1959) y en el espectacular bodrio que es “Te amo, te amo” (Je t´aime,
je t´aime, 1968)–, Resnais trata de dislocar el sentido del tiempo gracias al
montaje, creando una especie de bucle donde la idea literal del argumento
(cualquiera que sea la que su autor haya pretendido) es repetida una y otra
vez, simplemente con cambios en el vestuario de los personajes, en el punto de
vista de la cámara o en el lugar físico donde se desarrolla la acción. Como coartada
para su función experimental está bien, como modelo de renovación de la formas
de narrar es un intento estimable, pero aburre tanta insistencia sobre lo
mismo, sin suficiente anchura y empaque en su discurso, no terminando de llegar
a ningún lado.
No parece éste
(el de Resnais) un camino fértil si se quiere ir más allá de la anécdota. Un
traje elegante no es nada si no tiene un cuerpo que vestir; no es más que algo
que contemplar en un escaparate. Pero para gustos los colores, que se dice, y
el prestigio de “El año pasado en Marienbad”, justo o injusto, ahí está.
Juan Andrés Pedrero Santos
(Publicado originalmente en la revista SCIFIWORLD MAGAZINE)
Estimado Juan Andrés Pedrero Santos.Descubro con gran asombro su blog.
ResponderEliminarFelicitaciones es excelente y en particular con mucho respeto para quienes accedemos a el.
Las comparaciones que hace del film "EL AÑO PASADO EN MARIENBAD" (1961, Alain Resnais) son excelentes.
Permitame respetuosamente decirle que concuerdo con Usted en todo lo ha manifestado.
Permitame agregar que esta pelicula no se a ciencia cierta pero me recuerda mucho al obra del genial Adolfo Bioy Casares llamada "la invencion de Morel"
Claro que hay diferencias entre un fil y una novela
Quizas los aspectos basicos mas importantes, en ambos casos, tanto en el film, como en la novela del prestigioso autor argentino, sean la indefinicion atemporal si vien hay indicios en ambas obras de arte.Los mismos no son precisos.ES un espacio atemporal.Los mismospersonajes son reales ,viven , estan muertos , o son simples reflejos de otros reales o quizas no, ademas de esa ambiguedad con que ambos tratan sus obras y nos despitan acada momento imaginando un final que es el menos inesperado.Cuando llegamos al mismo este final en ambos casos es tan abierto y polisemico, multiple en posibilidaes y varientesy alli ellos juegan con nosotros.
No se Si Usted los ha comparadao .He leido su articulo y creo que no por eso acepte mi modesta colaboracion para pensar estas obras de arte de las cuales aun falta mucho por develar.
Si Usted ha hecho la misma comparación que he escrito, acepte mis disculpas por no haberla visto, y no haberme percatado de ella.
Agradeceré si me puede enviar un link ami correo electronico para descargar en forma gratuita dicho film ya que no la he encontrado en internet en ninguna lado ni siquera en sitios donde uno debe pagara por los films que desea comprar.
Felicitaciones!!
gustavo roca (Escritor)
mail: rocagustavom@gmail.com
Universidad De Salamanca España
Hola estoy encanta con su escrito e igual que el señor anterior agradecería me enviase el link del film si es tan amable y no le causa molestia. Muchas gracias por su blog. mi nombre es Carmen Parra, Dramaturga y cinéfila... mi correo es: carmenparra268@yahoo.es. Saludos
ResponderEliminar" El rey desnudo"
ResponderEliminar¡ Bien por Juan Andrés Pedrero Santos quien, a contrapelo de la crítica e intelectualidad "culta", pone en su sitio de una manera sencilla como el niño de la conocida historia , cuya inocencia le permite decir : "¡El rey está desnudo ..! "
Ví esta película cuando joven, en una sala de "cine-arte", junto a un público "intelectualizado" que debatía en interminables charlas , acerca de su "significado artístico". El paso de los años no hizo más que expandir su fama y aumentar el número de sus posibles explicaciones.
Acabo de volver a verla en una versión digitalizada , prolijamente restaurada y no puedo menos que coincidir -palabra por palabra - con J.A.P.S.